El soundtrack de mi vida
Es más de medianoche y es un buen momento para recapitular, porque no sé ustedes pero yo suelo aprovechar el silencio y la quietud de estas horas para realizar una especie de análisis retrospectivo que me permita valorizar lo que tengo, lo que he hecho o lo que me está doliendo no haber realizado, pues toda esta revisión en su conjunto me ayuda a determinar el rumbo que habré de tomar de aquí en adelante.
En esas estaba hace unos momentos cuando de pronto me hallé pensando en cuál sería el soundtrack de mi vida, es decir, cuáles serían las canciones que tendría que poner en un disco imaginario si alguien me pidiera que describiera musicalmente los momentos más relevantes de mi vida, o cuando menos, las canciones que se escucharían de fondo en los eventos que de una u otra forma me han marcado. Y heme aquí. Por eso me senté a escribir estas pocas líneas, en las que no me extenderé mucho, pues en esta ocasión me referiré solamente a dos de mis canciones favoritas, que están obviamente clasificadas en el género de canción de autor.
En primer lugar pondría definitivamente “Coincidir”, de Alberto Escobar; mis amigos podrán certificar que siempre que lo preguntan les digo que esta es mi canción favorita, a pesar de la aparente sencillez de su letra. El compositor captó en ella el pequeño detalle de que somos diminutas partículas en el universo a quienes Dios, fuerzas cósmicas o “alguien” decidió poner aquí en un momento determinado; esta decisión nos hizo reunirnos con la gente que queremos (y hasta con la que en algún momento hemos llegado a odiar), pues pudiendo haber nacido en una remota galaxia y en el siglo XV (o su equivalente), hemos coincidido justamente aquí. Se dice fácil y hasta puede ser cursi hablar del tema, pero no puedo imaginar lo que soy sin la influencia de mis padres, de mis hermanas, de mis sobrinos, de mis amigos, de mis maestros, de mis amores. A todos les debo mucho sin lugar a dudas, pero lo debo definitivamente más a la vida por haberme hecho coincidir con ellos en algún momento.
La segunda canción no está muy relacionada aparentemente, pero después de leer verán que sí, porque la vivencia relacionada es también el resultado de las coincidencias descritas. Esta segunda canción es “No me pidas ser tu amigo” de Fernando Delgadillo. Resulta que hubo alguien que hace mucho tiempo se me metió entre ceja y ceja, alguien que me vio siempre como un amigo, contrario a lo que yo quería; digo, quería ser su amigo, pero también algo más. Y ella, utilizando la peor de las frases que puede usar alguien en una circunstancia como la descrita, me dijo que me quería mucho, pero simple, llana y dolorosamente para mí, como amigo. Claro que brinqué, pedí, prometí y la perseguí hasta que me dí cuenta de que ella tenía una fuerza de voluntad inquebrantable y que no cambiaría su percepción hacia mí por mucho que un servidor perdiera el estilo. Entonces descubrí esta canción, justo en el momento preciso (y es una de esas creaciones que te preguntas por qué no escribiste tú, si te describe tan bien). La grabé en un casete, anoté unas pocas palabras en una hoja diciéndole cosas que no vienen al caso, metí todo en una bolsa amarilla que al final de una tarde le entregué, pocos días antes de que saliera de mi vida casi definitivamente, en el marco de un acuerdo tácito que de vez en cuando solemos romper.
Hay sin lugar a dudas más canciones favoritas e igualmente importantes y aunque en esta ocasión he hablado solamente de dos temas es muy posible que dentro de unos días me anime a contarles de mis otras canciones preferidas, la que también tienen un valor asignado en función de lo que representan en mi existencia. ¿Cuáles son? Ya veremos.
Gustavo Villa
en Zona Acústica
Publicado el Junio 2004
La máquina del tiempo