¿Y el sentido común?
Me encuentro con lecturas extrañas en estos días de reflexión. Por ejemplo, ¿sabían ustedes que a las mujeres en la antigua religión judía (desconozco si aún lo hacen, aunque no me extrañaría nada) después de dar a luz, les era prohibido salir de su cuarto o bien tocar a otra persona, incluso a su recién nacido, durante un plazo de 66 días, que supuestamente duraba la limpieza del cuerpo corrupto y pecaminoso y que a esta bella tradición se le llamaba “la herencia de Eva”?
Me parece monstruoso que las tradiciones amparen sus razonamientos en todo menos en el sentido común. Imaginen ustedes si hay en la tierra alguna madre (que posiblemente las haya, lo inconcebible es que la imaginemos) que no toque a su hijo durante 66 días con sus respectivas noches, so pena de que Dios baje desde el Sinaí para castigar la inmundicia que como mujer carga a cuestas por ser descendiente de Eva. ¿De qué Dios están hablando? Como es posible que a lo largo de la historia el hombre haya invertido tanta imaginación en estupideces bárbaras que contravienen la primera norma de convivencia, el sentido común.
Escucho una diatriba bastante interesante y absurda sobre ciertos personajes de la esfera cultural de este país, que se sientan a platicar con Joaquín López Dóriga sobre las falsedades que emanan de la novela de Dan Brown, “El Código Da Vinci”, imaginen a la columna vertebral intelectual de este país discutiendo en televisión abierta si una ficción es demasiada ficción para los tiempos aciagos que vivimos. Es completamente estúpido, determinar si el autor de dicha novela esta diciendo la verdad o no, es casi preguntar si Da Vinci estuvo en la última cena para pintar el cuadro, me parece una barbaridad que lo único que pretendió fue exhibir al Opus Dei como la comunidad de hermanos de la fe más buena de la historia, me parece, aunque no puedo asegurarlo, que los del Opus Dei pagaron el programa para limpiar su nombre, que por otra parte nadie más que ellos ha ensuciado. Una vez más, la falta de sentido común.
Leo y escucho una cantidad de barbaridades que ahora sé para que inventaron el playsation, para no tener que luchar contra la falta de sentido común del hombre normal y común. Hace algunos años, los hermanos Cohen realizaron una película llamada Barton Fink, acerca de un escritor que buscaba hacer una obra sobre la magnificencia del hombre común, en buena medida pensando que el asesino, el héroe, el santo, el hombre trascendente, radicaba en las historias de los hombres comunes. Este pensamiento en verdad no está fuera de la realidad, no carece de sentido y por supuesto, no tiene más que la observación del fenómeno y la interpretación desde el punto de vista artístico de quien entendió en el universo de mensajes, este pequeño mensaje. En esta época de reflexión, como dice mi madre, lo importante debe ser el mensaje, las interpretaciones son las valiosas o las devastadoras cuando a la luz de una mala realidad se tiene la causa pero no los elementos que la juzguen.
Por eso estoy mirando por la ventana de mi esperando que pase un milagro, el otro día una marimba que a veces se coloca en esta calle, estaba tocando coincidir y me acordé de Checho y de David, ambos entes trascendentes para la historia del canto en México, me imaginé que les habría dado mucho gusto saber que su canción (bueno de Alberto Escobar, pero la marimba tocaba la versión de Mexicanto) es ya tocada en casi cualquier foro y forma a lo largo y ancho del país. Así que para mi fue presenciar un milagro aspiracional de lo que yo quisiera que ocurriera con mi música. Me parece increíble que teniendo el milagro en la punta de la nariz, no seamos capaces de verlo, mejor aún, de hacernos un poco hacia atrás para que la perspectiva nos permita ver que la vida per se es un milagro…
Y así queremos hablar de si un autor de novela tiene la verdad sobre la naturaleza del Dios vivo o si las tradiciones operan bajo la voluntad y los ojos de Dios. Es mucho más importante el mensaje que el mensajero, creo yo. Quiero creer. Quiero entender.
Abel Velásquez”El Mago”
En Zona Acústica
Publicado el Junio 2004
La máquina del tiempo