Feliz cumpleaños, Edgar Oceransky
Por: Paola P. Aguayo
Era el año 2003 cuando me enseñaron por primera vez una canción de Edgar Oceransky: El faro. Desde ese momento, cada vez que sabía que se presentaría en el entonces Distrito Federal —o incluso en Puebla— hacía lo posible por estar ahí.
Veintidós años después, aquí seguimos. Esta vez, para celebrar con él un cumpleaños muy especial: sus 50 años de vida.
Y como buen anfitrión de su propia fiesta, Edgar decidió celebrarse como mejor sabe hacerlo: con música y grandes amigos. Eligió para ello el enigmático Teatro Fru Fru, escondido entre las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México. Dos noches, el 1 y 2 de agosto, con dos conciertos llenos de emociones y una lista impresionante de invitados que, en palabras suyas, han marcado momentos clave en su carrera y su vida.
Nosotros asistimos al segundo día. Y aunque Edgar prometió, entre risas, que intentaría no hablar tanto entre canción y canción, no pudo —ni quiso— cumplir esa promesa. Por suerte.
Gracias a eso, entre anécdotas, bromas y recuerdos, conocimos no solo más de su historia, sino también de la de quienes lo han acompañado a lo largo del camino.
Por más de tres horas y con cerca de treinta canciones, Edgar nos llevó de la mano por los distintos paisajes de su carrera musical. Así arrancó con temas como Volver a abrir la puerta, Un pedacito de Edén y La vida.
Más allá del repertorio y la emoción que flotaba en el aire, hubo algo que elevó la experiencia a otro nivel: la calidad técnica del concierto. Desde el primer acorde se notaba la preparación, los ensayos, la dirección clara. La banda, bajo la batuta de Bernardo Quesada, funcionó como un cuerpo preciso y bien ensamblado. Al piano, el maestro Víctor Patrón aportó matices y elegancia, y junto a él un ensamble potente: cuarteto de cuerdas, percusiones, batería, guitarra con pedal, bajo, trompeta y guitarra. Aunque muchos en el público no dominamos la teoría musical, era evidente que los arreglos estaban cuidadosamente construidos. Todo sonaba en su sitio, todo fluía. Y esa armonía se traducía en disfrute pleno.
Uno de los momentos más entrañables fue cuando invitó a Rodrigo Rojas al escenario para interpretar juntos En la puerta de esta casa. Rodrigo agradeció a Edgar por haber sido guía, puente y compañía para muchos cantautores más jóvenes.
Después vino Ella es un volcán, esa canción que provoca ganas de girar por toda la habitación. Luego, un medley que incluyó De carne y hueso, La recuerdo así y la siempre entrañable El faro.
Uno a uno fueron apareciendo más amigos sobre el escenario. Miguel Inzunza, a quien Edgar presentó como “el mejor compositor de la actualidad”, lo acompañó en Tu boca.
Más adelante, compartió su cariño por Argentina y sus amistades del sur, y presentó al bandoneonista César Olguín, quien lo acompañó en Volver a perdernos y A veces quiero contarte.
Todavía con el bandoneón en escena, se sumó Yayo González, líder de Paté de Fuá, y juntos nos transportaron a las calles porteñas con Todo a su tiempo, mientras el público se dejaba llevar por el ambiente tanguero.
Uno de los momentos más nostálgicos de la noche llegó con Regálame esta noche, interpretada junto a Los Dandy’s, como homenaje a las reuniones familiares de la infancia de Edgar, donde todo comenzó con boleros y guitarras.
Y después cantó junto a Bernardo Quesada, Tu cobardía.
Luego, vino un pequeño desvío hacia la poesía. Edgar recitó Hagamos un trato de Mario Benedetti, para después interpretar Contar conmigo, canción dedicada a sus hijas.
El bloque de colaboraciones siguió con Me rompe el corazón, tema que comparte autoría con Omar Márquez y Carlos Carreira, quienes también estuvieron presentes esa noche.
Ya acercándose el final, Diego Ojeda lo acompañó con Piénsalo bien, y Ale Zéguer con Cuando callo, canción inspirada en un poema de Jaime Sabines.
Y así, la noche se fue llenando de despedidas: Un beso grande, Juro, y Te dejé sirvieron como cierre emocional del concierto.
Pero antes de salir de la sala, todos los invitados volvieron al escenario para agradecer al público y cantarle “Las mañanitas” a Edgar. Un broche de oro para una celebración inolvidable.
Para algunos, ahí terminó el festejo. Pero estamos seguros de que para Edgar y sus amigos, la noche apenas comenzaba.
¡Feliz cumpleaños, Edgar Oceransky!
