EL Necronomicón
“La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido”
Howard Phillips Lovecraft
De negro. Lo negro y lo desconocido tienen similitudes, si es que no son lo mismo. Sirva de pretexto esta reflexión para salpicar un poco a nuestros lectores de la literatura de Howard Phillips Lovecraft, considerado el autor más influyente de la literatura de terror del siglo XX.
Su máxima obra, El Necronomicón.
El Necronomicón es el libro maldito. La anti biblia. El título original es Al Azif. Azif es la palabra utilizada por los árabes para nombrar los sonidos nocturnos producidos por los insectos y que se supone, son aullidos de los demonios.
Fue escrito por Abdul Alhazred, poeta loco del Sanaa al Yemen, que floreció en el período de los califas omeyas hacia el año 700. Visitó las ruinas de Babilonia y los subterráneos secretos de Menfis, y pasó diez años en soledad en el gran desierto del sur de Arabia el Roba el Khaliyeh (Rub al-Jali]), o “Espacio vacío” de los antiguos, el desierto “Danha” o “Carmesí” de los árabes modernos, que era habitado por espíritus malignos y monstruos mortales. Se dicen muchas cosas maravillosas e increíbles de este desierto, descritas por quienes dicen haberlo recorrido.
En los últimos años de su vida, Alhazred permaneció en Damasco, donde escribió El Necronomicón y muchas cosas terribles y contradictorias se contaron sobre su muerte, en el año 738 de nuestra era. Uno de sus biógrafos, Ibn Khallikan, cita que Alhazred fue atrapado por un monstruo invisible a plena luz del día y devorado ante la presencia de un gran número de testigos aterrorizados.
Alhazred pretendía haber visitado la fabulosa Irem, o Ciudad de los Pilares, y haber encontrado bajo las ruinas de un pueblo desértico sin nombre, los terribles anales secretos de una raza más antigua que la humanidad. Fue un musulmán indiferente, que rendía culto a entidades desconocidas a las que denominaba Yog-Sothoth y Cthulhu.
Del Necronomicón se dice que en el año 950 el Azif, fue estudiado o analizado de forma clandestina por filósofos de la época. Fue traducido en secreto al griego con el título de Necronomicón.
Se dice que durante un siglo su influencia provocó sucesos horripilantes hasta que fue prohibido y quemado por el patriarca Miguel.
La obra, tanto la versión griega como la latina, fue condenada por el Papa Gregorio IX en 1232, poco después de su traducción al latín.
El texto original árabe se perdió en la época de Wormius, tal como señala su nota introductoria, y nunca se vio la copia griega, impresa en Italia entre 1500 y 1550 desde que se incendió la biblioteca de un coleccionista particular de Salem en 1692.
La traducción inglesa realizada por el Dr. Dee nunca se imprimió, y sobreviven sólo algunos fragmentos recuperados del manuscrito original. De los textos latinos queda uno del siglo XV, que se conserva en el British Museum bajo cerrojo y llave, mientras que otra copia, del siglo XVII, es custodiada en la Bibliotheque Nationale en Paris. Hay una edición del siglo XVII en la Widener Library de Harvard y en la Biblioteca de la Miskatonic University en Arkham.
El libro está estrictamente prohibido por las autoridades de varios países y por todas las ramas eclesiásticas. Su lectura, dicen, conlleva consecuencias terribles.
Del autor H.P. Lovecraft, su historia de es muy particular. Coinciden sus biógrafos en que la desgracia caminó a su lado hasta que murió. Diversos padecimientos debilitaron su cuerpo hasta que acabaron con su vida, cuando apenas estaba por cumplir cincuenta años. Perdió a sus padres enfermos de locura.
Lovecraft falleció en la más absoluta miseria y en un completo anonimato. Su biógrafos lo consideraban privilegiado de una inteligencia precoz. A los 16 años escribía una columna de astronomía para el Providence Tribune. Entre 1908 y 1923 se ganaba la vida difícilmente con relatos para revistas de poco tiraje. Nunca ganó mucho dinero. La “gloria” llegó 10 años después de su muerte. Su obra comenzó a levantar cierto interés entre amantes del terror. Hay quienes aseguran que gustaba más que el mismísimo Edgar Allan Poe.
Alberto León
en Zona Acústica
Publicado el Junio 2004
La máquina del tiempo