Una oda a la música: Raúl Ornelas en el Auditorio Nacional
Por: Lore Aquino
La noche se tiñó de morado, de un color que pintó el aire del Auditorio Nacional como si el crepúsculo hubiera decidido posarse en ese recinto para presenciar un momento que prometía ser mágico. Luces colgantes, como luciérnagas gigantes, iluminaban la escena, y el aire se llenaba con la vibrante anticipación de un público que no solo había venido a ver un concierto, sino a ser parte de una historia viva. Era el 21 de agosto, y Raúl Ornelas nos invitaba a un viaje emotivo a través de sus 35 años de carrera, una noche en la que la música se convirtió en un hilo que unía recuerdos, sueños y gratitud.
Una noche extraordinaria y llena de sorpresas fue la que se vivió en el Auditorio Nacional, un evento que superó las expectativas y llenó de asombro a los asistentes, quienes no daban crédito a lo que veían. La atmósfera, mágica y vibrante, era un reflejo del artista y de la ocasión: la celebración de 35 años de una carrera musical que ha tocado miles de corazones.
El concierto comenzó con una explosión de energía, cuando Raúl Ornelas y su poderosa banda tomaron el escenario, con un espectáculo visual digno de una celebración tan importante. El ambiente se llenó de un sonido muy poderoso, cortesía de un equipo de músicos de primera. Cada uno de ellos, piezas clave en el engranaje musical, contribuyó a la perfección de la noche. El director musical y saxofonista Juan López condujo la orquesta con maestría, mientras que, en la guitarra acústica y vihuela, Saukey Liy mostró su gran talento. El piano de Omar Blancas y la batería de Chrystian Castillo sentaron las bases rítmicas de cada canción. La sección de metales, compuesta por Héctor Olvera y Miguel A. Chávez en la trompeta, y Roberto Cervantes en el trombón, añadió una capa de riqueza sonora. El violín de Joel Sierra, la percusión de Jordi León, y la guitarra eléctrica de Diego Reyes y en el bajo Martín Gracia completaron esta constelación de estrellas. Acompañando a Raúl con sus voces, las coristas Palu Fernández y Nahieli Beltrán elevaron la experiencia a un nuevo nivel.
La noche fue un viaje a través de la historia de Raúl Ornelas. Nos contó su vida a través de sus canciones, pero también nos compartió imágenes de su infancia en un solo de violín, mostrándonos su gran logro y su lado más íntimo y personal. Fue un momento de profunda conexión con el público, que pudo ver la vulnerabilidad y la fuerza de un artista en la cima de su carrera.
Uno de los momentos más emotivos de la noche fue la interpretación de “Sin Intención”, una canción de su disco en el exilio y acompañado por su amigo y colega, el guitarrista Saukey Liy. Raúl lo presentó con un cariño especial, revelando que Saukey también es de Chiapas, su tierra natal, lo que añadió una capa de significado a la ya conmovedora interpretación y acompañándolo también en la canción “el mismo que viste y canta” con ese gran bolero
El concierto continuó con la energía de “Amor mío”, una canción que Ornelas compuso con el trío “Tres de copas”. La sorpresa llegó cuando el cantante Víctor García subió al escenario. Juntos, interpretaron a dúo “Mi funeral” y “Otra vez” con una gran energía. Víctor agradeció a Raúl, señalando que esas canciones habían sido fundamentales en su propia carrera musical, un testimonio del impacto de la obra de Ornelas.
La banda Elefante se unió como invitada principal de la noche, una reunión de amigos de muchos años que encendió el escenario con su colaboración. Juntos, interpretaron “Las cartas sobre la mesa” y “Durmiendo con la Luna”, ambas canciones de la autoría de Raúl Ornelas. La banda también deleitó al público con uno de sus grandes éxitos, “Ángel”.
La noche se transformó en un ambiente íntimo y acústico cuando el bugle y las cuerdas se unieron en el escenario. Raúl se adentró en sus influencias musicales, interpretando una serie de canciones que han marcado su vida, como “Cosiéndome en el corazón” y “Cada vez que lloras”. Pero el momento que sacó lágrimas a más de uno fue la canción dedicada a su padre, “Querido profesor”. Con su padre presente entre el público, la interpretación fue un acto de amor y gratitud que conmovió profundamente a todos los presentes.
Y como si no fuera suficiente, la sorpresa continuó. Raúl Ornelas presentó una canción que dejó a muchos chiapanecos en el auditorio con la piel de gallina: “Talismán”. La canción, que habla de su tierra, Chiapas, contó con los arreglos del chiapaneco Toto Ramos. Mientras Raúl cantaba, imágenes del hermoso paraíso chiapaneco se proyectaban en las pantallas. De repente, de entre el público, emergió el ballet de Chiapas, vestidos como parachicos y chiapanecos, bailando al ritmo de la marimba y llenando el escenario de color y tradición.
La velada culminó con un medley de sus temas más emblemáticos, aquellos que se han convertido en himnos para sus seguidores. La gente no podía creer lo que estaba viendo, cada canción era un regalo. Sonaron “Pedazo de mi alma”, “Mi media sandía”, “Manías”, “Hasta la camisa”, “¿Quién te dio permiso?”, y “El riesgo”. El concierto cerró con su tema internacionalmente conocido, “Esta vida”, una canción que ha trascendido fronteras y que Colombia ha hecho suya.
El éxito de la noche fue el resultado de la visión y el esfuerzo de un equipo increíble. Raúl Ornelas reconoció de manera especial a su mánager, Mary Rugarcía, a quien llamó la “culpable” y gestora de esta noche inolvidable. La gente de toda la república que viajó para el concierto de 35 años se fue satisfecha y con una “sonrisa de sandía cortada en media luna”. Fue una experiencia inolvidable que llevarán en sus corazones. Raúl se mostró merecedor de este éxito y, como el mismo afirma, va por más, acompañado de un gran equipo de producción y músicos de primera. Sin duda, el concierto en el Auditorio Nacional, con asistentes y amigos entre el público como Reyli Barba, se quedará en la memoria de todos como una noche extraordinaria.
Como chiapaneca, me llena de alegría y emoción ser testigo del éxito de mis paisanos. Ver a Raúl Ornelas triunfar en un escenario tan icónico como el Auditorio Nacional, sin olvidar sus raíces ni el amor por su tierra, es un ejemplo de que los sueños, cuando se construyen con talento y pasión, pueden llegar tan lejos como uno lo decida.
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