La cuerda eterna se silencia: Adiós a Miguel Ignacio Peña Tovar “Peñita”, el alma de Los Macorinos
El Último Acorde de un Maestro
Hay silencios que duelen más que cualquier sonido, y el que hoy envuelve al mundo de la música mexicana es uno de esos. El 12 de julio de 2025, Miguel Ignacio Peña Tovar, conocido cariñosamente como “Peñita”, dejó de pulsar las cuerdas que durante 87 años fueron la extensión de su alma. El guitarrista que formó junto a Juan Carlos Allende el icónico dúo Los Macorinos ha emprendido su último viaje, dejando tras de sí una sinfonía de recuerdos para las siguientes generaciones.
En las manos de Peñita, la guitarra no era solo un instrumento; era un confesionario donde las emociones más profundas encontraban su voz. Su partida marca el fin de una era, pero también el inicio de una eternidad musical que seguirá vibrando en cada nota que alguna vez arrancó a sus cuerdas de acero y corazón.
“Esto es lo Único que Sé Hacer”: Una Vida Entregada al Arte
“Esto es lo único que sé hacer. Nunca aprendí a trabajar”, solía decir Miguel Peña Tovar con esa humildad que caracteriza a los verdaderos maestros. Estas palabras, lejos de ser una simple anécdota, encapsulan la esencia de un hombre que nunca separó su existencia de su arte. Para Peñita, la música no era una profesión, sino el latido mismo de su corazón, el aire que respiraba, la razón de ser de cada amanecer.
Nacido en las tierras fértiles de Jalisco, cuna de tantas tradiciones musicales mexicanas, Miguel creció absorbiendo los sonidos que más tarde transformaría en su propio lenguaje. Su guitarra se convirtió en su compañera inseparable, en la confidente de sus alegrías y melancolías, en el vehículo que lo llevaría a tocar el alma de millones de personas alrededor del mundo.
Antes de que el mundo conociera a Los Macorinos, Peñita ya había forjado su maestría en los escenarios más exigentes. Durante más de una década, fue parte de la banda musical de José José, “El Príncipe de la Canción”, donde aprendió que cada nota debe ser un bálsamo para el corazón herido. Simultáneamente, su participación en El Mariachi Vargas de Tecalitlán lo conectó con las raíces más profundas de la música mexicana, esas que brotan de la tierra misma y se alzan hacia el cielo como plegarias sonoras.
Los Macorinos: Cuando Dos Guitarras Abrazan el Alma
El año 2004 marcó el nacimiento de algo mágico. Cuando Miguel Peña Tovar se unió a Juan Carlos Allende para formar Los Macorinos, no sabían que estaban creando un lenguaje musical que se convertiría en la banda sonora de la nostalgia mexicana. Su encuentro no fue casual; fue el llamado de Chavela Vargas, la “Chamana”, quien reconoció en ellos la sensibilidad necesaria para acompañar sus interpretaciones más íntimas.
El estilo de Los Macorinos, descrito por el propio Peñita como “nostálgico” y “triste” pero nunca “llorón”, se convirtió en su sello distintivo. “Si no se vibra, si no se siente, no es música mexicana”, afirmaba con convicción. Esta filosofía definió no solo su manera de tocar, sino su aproximación a la vida misma: cada acorde debía ser auténtico, cada melodía una ventana al alma.
En la división de roles dentro del dúo, Miguel asumió la responsabilidad de la base rítmica, las armonías y los adornos que dotaban de profundidad emocional a cada interpretación. Su guitarra no buscaba protagonismo; era el cimiento sobre el cual Juan Carlos construía las melodías que llegaban directo al corazón. Esta generosidad artística, esta capacidad de brillar desde las sombras, es lo que distingue a los verdaderos maestros.
El Alma Gemela de Chavela: Una Sinergia Eterna
La relación entre Los Macorinos y Chavela Vargas trasciende cualquier definición convencional de colaboración artística. Durante casi una década, hasta el fallecimiento de la “Chamana” en agosto de 2012, Peñita y Juan Carlos se convirtieron en algo más que acompañantes: fueron los guardianes silenciosos de su intimidad artística, los amplificadores de su verdad más cruda.
“Ella no solo cantaba, ella transmitía”, observaba Peñita con la perspicacia de quien había entendido la esencia del arte verdadero. “Cada palabra tenía una intención. Cuando decía ‘¡Bébete esta botella conmigo!’ lo decía de tal manera que transfería su intención al público”. Esta comprensión profunda del poder transformador de la música define la grandeza de Miguel Peña Tovar: no era solo un ejecutante, sino un facilitador de milagros emocionales.
La lealtad y discreción que caracterizaron su relación con Chavela se resumían en su máxima personal: “Todo se queda en el camerino”. Esta ética inquebrantable, este respeto sagrado por la intimidad del artista, creó un ambiente de confianza que permitió que las interpretaciones más vulnerables y poderosas de Chavela encontraran su espacio perfecto.
Los últimos momentos compartidos entre Chavela y Los Macorinos revelan la profundidad de esta conexión. Cuando la visitaron poco antes de su partida, aunque tenía los ojos cerrados, la “Chamana” reconoció sus voces. Juan Carlos se inclinó y le susurró: “Chavelita, aquí están Los Macorinos y están contigo”. En ese instante, la música se transformó en puro amor, en presencia consoladora, en la prueba de que algunos vínculos trascienden incluso la muerte.
El Legado Vivo: Más Allá de la Chamana
La partida de Chavela Vargas no significó el fin del camino para Los Macorinos, sino el inicio de una nueva etapa donde su sonido distintivo continuó enriqueciendo el panorama musical latinoamericano. Peñita y Juan Carlos prestaron sus guitarras a voces tan diversas como Tania Libertad, Lila Downs, Eugenia León, Guadalupe Pineda, Pepe Aguilar y Jorge Muñiz, demostrando que la belleza auténtica no conoce fronteras ni géneros.
Un momento culminante en esta nueva etapa fue su colaboración con Natalia Lafourcade, que resultó en el álbum “Musas, Vol. 2”, galardonado con un Latin Grammy. Esta distinción no solo reconoció la excelencia técnica de Los Macorinos, sino su capacidad para adaptarse y enriquecer propuestas musicales contemporáneas sin perder su esencia distintiva.
El lanzamiento en agosto de 2022 del álbum instrumental “Nosotros” representa quizás el testamento artístico más puro de Los Macorinos. Por primera vez, sus guitarras hablaron sin la intermediación de ninguna voz, desnudando su alma musical en toda su belleza y complejidad. Este trabajo es la prueba definitiva de que el sonido de Peñita y Juan Carlos tiene vida propia, que su música trasciende el papel de acompañamiento para convertirse en narrativa completa.
El Maestro y Su Filosofía: La Música como Razón de Ser
Miguel Peña Tovar entendía que la música verdadera no reside en la perfección técnica, sino en la capacidad de conexión humana. Su profesionalismo se basaba en una premisa simple pero profunda: “Esto no depende sólo de la forma de tocar, sino de entender a la gente”. Esta empatía, esta capacidad de leer las necesidades emocionales del momento, es lo que lo convirtió en el acompañante ideal para artistas de la talla de Chavela Vargas.
Su aproximación al arte era visceral, auténtica, desprovista de artificios. Creía firmemente que la música mexicana debe “vibrar” y “sentirse”, que debe ser la expresión honesta de emociones genuinas. Esta filosofía se manifestaba en cada interpretación, en cada acorde que parecía brotar directamente del corazón hacia las cuerdas.
La influencia de Antonio Bribiesca en su estilo no era mera imitación, sino una continuación consciente de una tradición que entiende la guitarra como vehículo de emociones profundas. Peñita reconocía que los tiempos modernos habían llevado a menos vibrato, pero él y Juan Carlos buscaban recuperar ese “sentimiento” que define la esencia de la música mexicana.
Los Héroes Anónimos: El Arte de Brillar en las Sombras
Miguel Peña Tovar eligió el camino menos evidente pero más noble: ser un “héroe anónimo”. Su genialidad residía en la capacidad de crear atmósferas emocionales perfectas, de ser el lienzo sobre el cual otros artistas podían plasmar sus obras maestras.
Esta generosidad artística no era limitación, sino una forma superior de expresión. Entendía que su papel era ser el cimiento sutil pero indispensable sobre el cual un vocalista podía construir sus expresiones más profundas. Su guitarra no competía con la voz; la abrazaba, la sostenía, la elevaba hacia alturas emocionales que de otro modo serían inalcanzables.
El reconocimiento de que “muchos músicos jóvenes van a seguir su escuela” es quizás el mayor tributo a su legado. Peñita no solo creó música; creó una manera de entender la música, una filosofía de la interpretación que seguirá inspirando a futuras generaciones de guitarristas.
La Cuerda Eterna: Un Legado que Vibra para Siempre
La partida de Miguel Ignacio Peña Tovar “Peñita” deja un vacío que no podrá llenarse jamás, pero también nos regala un legado que trasciende la mortalidad. Su música seguirá siendo el refugio de los corazones nostálgicos, el bálsamo de las almas heridas, la compañía silenciosa de quienes buscan en los acordes de una guitarra el consuelo que las palabras no pueden ofrecer.
Cada vez que una guitarra susurre una melodía triste pero esperanzadora, allí estará Peñita. Cada vez que un músico elija la honestidad emocional por encima del virtuosismo vacío, allí estará su enseñanza. Cada vez que dos guitarras se encuentren para crear algo más grande que la suma de sus partes, allí estará el espíritu de Los Macorinos.
Miguel Peña Tovar nunca aprendió a trabajar porque entendió algo más importante: aprendió a vivir a través de la música. Su guitarra era la extensión de su alma, y su alma era la extensión de la música mexicana en su expresión más pura. Hoy, esa cuerda eterna ha encontrado su última nota, pero su resonancia continuará vibrando en los corazones de quienes tuvieron el privilegio de escuchar hablar a su guitarra.
En el silencio que sigue al último acorde, en la pausa que precede al aplauso infinito, Miguel Ignacio Peña Tovar “Peñita” encuentra su merecido descanso. Pero su música, esa que brotaba desde lo más profundo de su ser, seguirá sonando mientras existan corazones capaces de sentir y almas necesitadas de consuelo.
La cuerda eterna no se rompe nunca. Solo cambia de dimensión, se transforma en eco, se convierte en memoria viva que alimenta el alma de la música mexicana. Gracias, Maestro Peñita, por enseñarnos que la verdadera grandeza no se mide en decibeles, sino en la capacidad de tocar el corazón humano con la delicadeza de quien acaricia las cuerdas de una guitarra.
La música llora hoy, pero también celebra. Porque artistas como Miguel Peña Tovar (1938-2025) nos recuerdan que la muerte no es el final de la canción, sino el momento en que la melodía se vuelve eterna. Como escribió Eugenia León en su despedida:
“Gracias por tu legado, gracias por tu bondad y tu ternura, gracias por el cariño que siempre repartiste. Buen viaje Miguelito.”