Perdón: no tengo nada que contar.
Por: Gabriel Velázquez “El Gabo”
Esa fue la primera frase que apareció en mi cabeza cuando abrí el documento en blanco. No por falta de cariño al proyecto ni por ausencia de temas, sino por esa sensación extraña —muy humana, muy cotidiana— de que, a veces, simplemente no hay nada que decir. O al menos nada que parezca lo suficientemente importante, novedoso o digno de ser compartido.
Pero mientras pensaba en eso, me cayó encima una evidencia que he estado ignorando: detrás de Zona Acústica hay un esfuerzo silencioso que no siempre se ve. Cada publicación —ya sea sobre un nuevo artista, un concierto que viene, un disco recién lanzado o una historia que merece ser escuchada— implica una búsqueda constante por compartir algo que realmente importe, no solo por llenar un calendario de contenidos. Aunque hablamos de música, de escenas, de procesos creativos y de ese mundo fascinante que rodea a los cantautores, la verdad es que cada semana aparece la misma pregunta: ¿qué vale la pena mostrar hoy para que esta comunidad siga viva?
Y es que este proyecto nunca nació para seguir el ruido.
Nació como un puente: una forma de conectar escenas, oídos, nombres, canciones, voces que muchas veces se quedan flotando en el aire sin alcanzar a quienes podrían cambiarles la vida. Zona Acústica no quiere ser antena que repite lo que ya suena fuerte; quiere ser ese espacio intermedio donde las cosas pequeñas también cuentan, donde la música independiente deja de ser susurro para convertirse en conversación.
A veces, sin embargo, este puente se siente demasiado largo y los pasos demasiado cortos. Por eso me gustó siempre la metáfora del faro. Un faro no puede obligar a los barcos a verlo; solo puede encenderse. Mantenerse firme, luminoso, incluso cuando el mar está movido, incluso cuando pasan pocos barcos. Zona Acústica es ese faro. Y quienes hacemos esto seguimos encendiendo la luz, aun cuando la noche es larga, aun cuando parece que nadie está mirando hacia acá.
No buscamos caminar detrás de los artistas; queremos caminar con ellos.
No queremos inflar métricas; queremos que crezca el público que ama los géneros que aquí celebramos.
No queremos convertir la música independiente en una competencia silenciosa, sino en una comunidad viva, generosa, consciente de que todos dependemos de todos.
Y quizá por eso hoy pensé que no tenía nada que contar. Pero sí tenía algo. Tenía que decir que este espacio sigue aquí porque creemos en él, porque creemos en quienes lo leen, porque creemos en quienes hacen música desde el corazón y no desde la maquinaria del ruido.
Aprovecho para avisar que, como cada año, nos iremos unos días de vacaciones. Volveremos en enero. Ojalá que el 2026 traiga velocidad, no solo avances milimétricos. Ojalá que este proyecto encuentre nuevos caminos, nuevos lectores, nuevas historias. Porque este viaje todavía tiene muchísimo terreno por recorrer.
Será un gusto encontrarnos de nuevo en enero.
Ojalá con más historias que compartir. Y si no, seguro las encontraremos en el camino —porque la música siempre termina acercándonos a algo que vale la pena contar.
