A distancia y a destiempo, pero siempre cerquita
Por: Gabriel Velázquez “El Gabo”
Llegué a casa, dejé las llaves en el lugar de siempre, me serví un trago —nada elaborado, solo lo suficiente— y me dejé caer en el sillón. Ya tenía decidido lo que quería escuchar. Porque así me gusta escuchar los discos nuevos: con calma, con intención, dedicándoles todo mi tiempo y mi atención. Puse el disco. El nuevo disco. A los cinco minutos ya tenía la mirada clavada en el techo. A los diez, empecé a sentir esa sensación que no sabría cómo explicar bien, pero que me hace pensar. A los veintiocho minutos, cuando terminó, supe que algo me había removido. Algo se quedó distinto.
Y ese disco era A distancia y a destiempo, de Edel Juárez.
Conozco a Edel Juárez desde hace más de veinte años. No podría decir con certeza cuándo nos vimos por primera vez, pero ahí ha estado. En algún foro, en una firma de libros, en una bohemia, en un platillo bien servido. Lo que sí recuerdo es que tengo su primer libro firmado y bien guardado. Porque hay gente que uno no ve seguido, pero no se va.
Una vez comí en su casa, en ese edificio que se llamaba Judith. Hizo paella. Éramos varios en la mesa y la conversación fue tan sabrosa como la comida. Y eso pasa seguido con Edel: la plática fluye, las ideas se comparten fácil. No necesitas ponerte al día porque el cariño no se ha ido a ningún lado.
Ahora lanza un nuevo EP: A distancia y a destiempo. No un disco completo, no un poema suelto. Algo intermedio. Seis canciones en las que colaboran artistas como Fran Fernández, Cecilia Toussaint, Claudia Arellano, Jenny Beaujean, Sarmad y hasta Perrozompopo. El resultado es un material que suena a lo que él está viviendo, sin pretensiones, sin disfraces.
La producción corrió a cargo de Nur Slim, su amiga y cómplice desde hace mucho tiempo. Una artista tremenda, con estudios, con talento y con una capacidad creativa que se nota en cada proyecto que toca. Ellos se entienden. Y eso se nota.
Hay algo particular en la forma de Edel de llevar la poesía a otros terrenos. No es el primero en mezclar versos hablados con música, pero sí es de los que mejor lo hacen. Tiene una voz completamente reconocible, no solo por su tono, sino por la manera de decir las cosas. Uno escucha dos líneas y ya sabe que es él. Eso, en estos tiempos donde todo suena igual, ya es mucho.
Este nuevo material no es una reinvención, es más bien una continuación lógica. Una especie de bitácora emocional, contada a su manera. Edel no intenta convencer a nadie, simplemente comparte lo que tiene. Y por eso conecta.
No hace falta verlo cada mes ni cada año para saber que está. Basta con ponerle play, o recordar una sobremesa, o encontrar una dedicatoria escrita a mano. Porque hay amistades que no dependen de la frecuencia, sino de la sintonía.
A la distancia y a destiempo, sí.
Pero siempre cerquita.