Ángel Ravelo: Una Noche de Magia y Reencuentro en Albanta
¡Qué noche mágica la de ayer en el concierto de Ángel Ravelo en Albanta! Desde el momento en que crucé la puerta, supe que estaba cumpliendo con una cita que el destino me tenía reservada. Ángel, con su alma vieja y su espíritu de hermano de mil batallas, llegó a su momento, y qué momento tan sublime fue.
Una sonrisa y muchos abrazos, como solo un canario y un mexicano pueden darse, marcaron el inicio de este reencuentro tan esperado. Después de más de 20 años de conocernos y otros muchos de no vernos, era el momento de reconectarnos, de sentir esa conexión que trasciende el tiempo y el espacio. La emoción en el ambiente era palpable, y cada persona presente sabía que estábamos a punto de vivir algo especial.
El concierto comenzó con la apertura del elenco de Albanta. Mario Caballero y Ricardo Montes hicieron los honores, calentando el ambiente con su talento y carisma. Y entonces, al punto de las 10 de la noche, Ángel Ravelo subió al escenario con esa humildad que lo caracteriza. Miró entre las luces, respiró hondo, tomó su guitarra y soltó el primer acorde. El público, que parecía haberlo esperado desde siempre, respondió con un silencio reverente, listo para dejarse llevar por su música.
Cantando una a una las canciones de su repertorio, Ángel se sorprendía al ver que el público coreaba tanto sus nuevas como sus viejas canciones. Algunas de ellas, inevitables de sacar del baúl del recuerdo, resonaron con una fuerza especial, pues el público pedía más y más. Cada nota, cada letra, parecía resonar con una intensidad única, como si el tiempo se hubiera detenido para permitirnos disfrutar de este momento tan especial.
Gente de todas partes de México se dio cita: Morelos, Tamaulipas, Nuevo León, Estado de México y Guerrero, entre otros. Si Ángel había hecho el viaje desde Canarias, ¿cómo no iba su público a hacerlo desde cualquier rincón del país? La diversidad de acentos y rostros en el recinto era un reflejo del amor y la admiración que Ángel ha sembrado a lo largo de los años.
Y como si la magia de la noche no fuera suficiente, invitados sorpresa subieron al escenario. Ana Ruiz nos llenó con su espontaneidad y su canto poderoso; Alejandro Correa aportó su dosis de bohemia y claridad con su voz; Abdiel Enar interpretó junto a Ángel algunos textos a la par de la canción; y un joven Carlos Elizondo nos sorprendió con su interpretación. Todos, mostrando su obra y compartiendo el escenario a petición de Ángel, quien siempre ha sido un artista generoso que comparte su público y su espacio.
Tanto se entregó en el escenario de Albanta durante tres horas, que pareciera poco en relación a la espera que tuvimos que pasar sus seguidores y amigos. Ángel se comprometió a regresar pronto para ponerse a mano con el gran amor que le da y el que él tiene por México. Cada canción, cada historia compartida, era un testimonio de por qué su música ha perdurado en nuestros corazones.
El final fue emotivo. Al agradecer al público, Ángel no pudo contener un par de lágrimas en el escenario. Ese artista que desnuda su alma ante el público no solo en canción, sino también como ser humano, agradeció y llenó su alma del amor que recibió de vuelta en las tablas. Fue un momento de conexión profunda, donde todos nos sentimos parte de algo mucho más grande.
Gracias, Ángel, por acudir a esta cita inevitable, por tu entrega, sencillez y calidez humana. Eres un gran artista, un alquimista que vuelve a México para recibir lo que ha sembrado a través de más de 20 años. Nos vemos en el siguiente momento en que la vida, esa que sabes vivir, nos permita estar de nuevo juntos.
Y para aquellos que asistirán mañana al Oh Alá a su segundo y último concierto en esta corta visita a México, no se lo pierdan. Será una experiencia inolvidable, llena de la misma magia y emoción que vivimos anoche. Ángel Ravelo nos ha enseñado, una vez más, el poder de la música, la amistad sincera y su gran talento para unir almas y trascender fronteras.