Conversación entre vagones: El futuro de los cantautores según dos cuates del metro
Era jueves por la tarde cuando el característico sonido del metro de la Ciudad de México se mezclaba con una conversación que llamó nuestra atención. Entre el vaivén del vagón de la línea 3 y el murmullo de la gente, dos cuates compartían sus reflexiones sobre la música mientras se dirigían a sus chambas. La escena transcurría cerca de metro Coyoacán, y nosotros, los de Zona Acústica, no pudimos evitar sacar la libreta y capturar esta charla tan genuina sobre el estado actual de los cantautores en México. Lo que sigue es la transcripción de ese diálogo que refleja, mejor que cualquier ensayo académico, el sentir de la banda sobre nuestros músicos.
—Oye, carnal, ¿te enteraste de que se nos fueron yendo los grandes? Primero Pablo Milanés, luego Serrat que ya colgó el micrófono, y Sabina que anda en sus últimas vueltas… Me puse a pensar un chingo en eso el otro día, mientras venía en el metro.
—Mira, la neta es que acá en México siempre hemos tenido una conexión bien cabrona con los cantautores, ¿no? O sea, piénsalo: desde José Alfredo, que se aventaba sus rolitas en las cantinas, hasta Juan Ga, que nos hacía llorar a todos. Esa banda le ponía corazón a sus letras, te contaban historias que te llegaban.
—Pero fíjate que algo curioso está pasando. Ahorita con todo este pedo del internet y el reguetón, uno pensaría que ya se acabó la cosa, ¿no? Pero nel, la raza sigue componiendo sus rolas. Nomás chécate a Natalia Lafourcade, Carla Morrison, hasta la Silvana Estrada ¿la has oído? Que está bien chavita pero canta con un sentimiento…
—Lo que sí ha cambiado es que antes los cantautores eran como los voceros del pueblo, ¿no? Cuando había bronca política, ahí estaban. Ahora ese rol lo agarraron otros géneros, pero la neta es que siguen haciendo música chingona, nomás que diferente.
—Te voy a decir algo bien loco: el otro día estaba escuchando “Yolanda” de Pablo Milanés en mis audífonos, aquí mismo en el metro, y me puse a pensar que aunque estos compas ya no están, nos dejaron un chingo de canciones que siguen diciendo cosas importantes. Como que la vida vale la pena aunque esté culera, ¿sabes?
—Y mira, puede que ya no salgan tanto en la tele ni en el radio, pero la banda que quiere decir algo con su música sigue ahí. En los bares del Centro, en Santa María la Ribera, hasta en el Foro del Tejedor… hay un chingo de morros haciendo sus canciones.
—Oye, y hablando de eso, ¿ya escuchaste el nuevo disco de Oceransky? ¡Está perrón! Tiene unas canciones bien chidas, hasta a mi mamá le gustan sus rolas. Aunque no muchos lo conocen, es uno de los cantautores chingones en México. De hecho, andamos ahorrando para ir a verlo a la Maraka en la presentación de su nuevo disco, ya ves que la beca no alcanza para estos gustos.
—¿En serio? Pues sí que suena bien. La neta es que mientras haya raza que quiera contar historias y ponerle música a lo que siente, va a haber cantautores. A lo mejor ya no son como antes, pero siguen haciendo la suya… ¡Chale, me tengo que bajar en la siguiente! ¿Le seguimos platicando mañana?
Uno de ellos tuvo que bajarse en División del Norte, mientras el metro seguía su marcha imparable, igual que la música de autor en nuestro país.
Esta conversación, capturada en el corazón de la Ciudad de México, refleja el pulso vibrante de la música de autor en nuestro país. Aunque los grandes maestros como Pablo Milanés, Serrat y Sabina han dejado un legado inmortal, la nueva generación de cantautores sigue llevando la antorcha, adaptándose a los tiempos y manteniendo viva la esencia de la canción comprometida. Artistas como Edgar Oceransky, Natalia Lafourcade, Carla Morrison y Silvana Estrada son prueba de ello, y su música continúa rodando hasta en el metro gracias a quienes buscan una conexión más profunda con el arte y la vida.