La costumbre de extrañar
Por Gabriel Velázquez “El Gabo”
Hay cosas que hacemos sin pensar. Despertar casi a la misma hora, abrir la cortina en el mismo orden, preparar el café mientras suena la misma canción o el silencio. Nos repetimos como un bucle suave. Somos criaturas de costumbres. Y aunque a veces renegamos de la rutina, en el fondo, es ella la que sostiene nuestros días.
Dentro de esa rutina, a veces hay alguien. Alguien que llega a convertirse en parte del paisaje: con quien compartes los mismos horarios, los mismos trayectos, las mismas pausas. Un mensaje a la misma hora. Una llamada que siempre cae cuando estás cocinando. Una risa que ya sabías de memoria. Una presencia que, de tan constante, se vuelve invisible. Hasta que deja de estar. Y entonces todo cambia.
No es inmediato. Al principio sigues esperando ese mensaje, sigues volteando al asiento de al lado, sigues haciendo café para dos. Pero luego te das cuenta de que la costumbre ya no es la misma. Que ahora la costumbre es extrañar. Es preguntarte cuándo fue la última vez que hicieron eso juntos. Es pensar “aquí estaría” o “esto le hubiera gustado”. La costumbre se vuelve ausencia.
Es duro. Porque uno no solo pierde a la persona. También pierde el orden que esa persona le daba al mundo. Se tambalean los horarios, los silencios se vuelven más largos, el café sabe distinto. Todo lo que era automático ahora duele un poco.
Hace algunos días, Carlos Carreira me compartió la canción que cierra su disco “Lo que a la luz se ve”. Se llama “Se me empieza a hacer costumbre” que sale en todas las plataformas a partir del 2 de mayo, y ha sido esa canción la que me llevó a escribir esto. Me recorrieron una y mil sensaciones al escucharla. Me llevó directo a esa nostalgia silenciosa que se instala cuando alguien ya no está. Porque una pérdida no solo cambia el presente, también sacude todo lo que uno repetía sin pensar. Esa canción me recordó que a veces lo que se vuelve costumbre no es solo el amor o la compañía… también lo es el vacío.
Pero también pensé que tal vez, con el tiempo, incluso esa nueva costumbre —la de extrañar— puede ser una forma de mantener viva una conexión. No es consuelo, no es solución. Pero sí es una forma de seguir caminando, aunque sea con el alma un poco rota.
Si tú también has perdido a alguien, no estás solo. Y si todavía tienes a esa persona con quien compartes la rutina, hazle saber cuánto significa. A veces no se trata de hacer algo especial. A veces basta con quedarse, con acompañar, con ser parte del día a día.
Porque al final, lo que más recordamos… es eso. Las pequeñas costumbres. Las que nos hacían sentir en casa.