La impuntualidad de los conciertos: un negocio disfrazado de tradición
Por: Gabo
Llegar a tiempo a un concierto se ha convertido en un acto de fe. Compras tu boleto, revisas el horario publicado, organizas tu día para llegar puntual, y al final, te encuentras esperando durante una hora (o más) a que la banda aparezca en el escenario. Mientras tanto, el foro se llena, las barras trabajan a toda marcha y la música de fondo se convierte en la banda sonora de la incertidumbre. ¿Por qué hemos normalizado esta espera excesiva?
La mayoría de los eventos musicales publican un horario de apertura de puertas, pero no siempre dejan claro a qué hora realmente inicia el concierto. En el mejor de los casos, se menciona la hora de inicio del show, pero rara vez se cumple. El desfase se ha convertido en una práctica habitual, casi un código no escrito que los asistentes han aprendido a aceptar con resignación.
Desde la perspectiva de los foros y organizadores, esto tiene sentido: cuanto más tiempo pase la audiencia en el recinto, más probabilidades hay de que consuman alimentos y/o bebidas. Al final, los ingresos de estos espacios no dependen solo de la venta de boletos, sino también del consumo dentro del evento. Y aunque esto es comprensible desde un punto de vista comercial, no siempre es justo para el público.
No todos los asistentes van a un concierto con la intención de pasar horas consumiendo antes de que comience el espectáculo. Algunos solo quieren disfrutar de la música sin necesidad de convertir la espera en una extensión forzada de la experiencia. Es frustrante planear una noche alrededor de un horario que no se respeta y que, en muchos casos, parece diseñado más para beneficiar a los organizadores que para mejorar la experiencia del espectador.
¿Es momento de exigir más transparencia en los horarios? Posiblemente. Sería ideal que los organizadores comunicaran con claridad no solo la hora de apertura, sino el horario real en que iniciará el evento, evitando estas esperas innecesarias y respetando el tiempo del público. La música en vivo es una de las mejores experiencias que existen, pero eso no significa que debamos aceptar cualquier condición sin cuestionarla. Llegar a tiempo a un concierto debería significar exactamente eso: estar ahí cuando la música comience, y no cuando el negocio lo dicte.