La otra Frida
Para que hacer las cosas complicadas, si hay una forma sencilla de hacerlas. Así, sin más complicaciones, hace cinco años Raquel Tibol tuvo a bien llamarle a su otrora nueva obra “Escritos”, una compilación de cartas, recados, poemas y composiciones literarias exquisitas escritas por… ¿Frida Kahlo?
Pues sí, el libro que está por salir a la venta en su tercera edición es para muchos, como lo fue para mi, un delicioso descubrimiento literario. Pero antes de permitirme contarles de qué va “Escritos”, valdría aclarar quién es la autora de semejante proeza.
De nacimiento argentina, pero chilena por residencia y mexicana por corazón, Raquel Tibol se topó en los años 30 con un personaje de la cultura mexicana cuyo impacto en el extranjero era ya fuerte no sólo por sus obras, sino también por sus ideales políticos. Encomendada a hacerle una entrevista, Tibol se acercó por primera vez a Diego Rivera en un coloquio cultural convocado por Pablo Neruda en Santiago de Chile. Tibol no consiguió entonces la entrevista, pero sí fungió como chaperona del pintor mexicano durante el evento.
La cercanía entre ellos se volvió amistad y durante el tiempo que convivieron juntos, Diego contagió a la periodista su peor enfermedad y la única incurable: su admiración por Frida Kahlo.
Invitada por Diego y asesorada por un grupo de amigas del pintor y su esposa, Tibol aceptó la propuesta de venir a vivir a México a nada más y nada menos que la Casa Azul de Coyoacán. Raquel se convirtió más en madre que en periodista (encargándose de hacerle las papillas a Frida y de inyectarle las necesarias dosis de Demerol para resistir los dolores) e invitó a la pintora a dictarle lo que sería su biografía, a lo que Frieda (como ella se llamaba a sí misma) aceptó.
Sin embargo, el carácter de Frida y alguna que otra insinuación a cruzar la barrera del homosexualismo hicieron que Tibol desistiera temporalmente de su intento periodístico y se fuera a vivir a la casa Estudio de Diego en San Angel.
Pero el contacto con la pintora y la admiración por la misma no edificaron distancia. Con varios libros a cuestas, Raquel Tibol comenzó la recopilación de las obras de Frida que nadie había visto e, incluso, muy pocos sabían que existían: sus “Escritos”.
El prólogo de este libro habla (y lo digo sin miedo a equivocarme) en nombre de muchos escépticos como su servidora. Pensar en Frida es pensar en sus pinturas, en su drama personal, en sus dolores, en sus desgarramientos, pero pensar en ella como una escritora es cosa aparte. Pero bien vale la pena arriesgarse a romper el tabú personal y acercarse a este libro.
Presentado en orden cronológico, “Escritos” arranca con la Frida de la que poco se sabe. Una adolescente de 17 años (aunque Frida en el libro dice que tiene 16) que vive su día a día en su casa del pueblo (o sea Coyoacán) en la que sobrelleva como puede el carácter de su madre, la epilepsia de su madre y a cada una de sus hermanas, y termina con la mujer enferma, solitaria y condenada al amor que sentía por Dieguito.
El libro presenta las cartas entre sus compañeros de pandilla estudiantil, da cuenta de los primeros amores (en traje de hombre y de mujer), retrata su vida al lado de Diego Rivera, pero sobre todo presenta a una mujer con una capacidad narrativa y una imaginación sorprendentes para, incluso, el más escéptico lector.
Frida hace en “Escritos” una demostración de un lenguaje propio que pasa por las mentadas de madre y los dichos mexicanos, recorre un diccionario interminable de groserías y declaraciones de amor difícil de verse bajo otra perspectiva que no sea la de la vida de una mujer como ella.
Todo “Escritos” es un retrato de la personalidad de Frida, descuidada en su lenguaje pero con una personalidad irrepetible. Sincera, entregada, miedosa, insegura pero artista por donde se le mire y permite conocer a una mujer, no a una famosa, capaz de sentir por igual admiración por alguien que repugnancia por otras personas, como los “brutos gringos”.
Sinceramente, el libro es una barrera digna de romperse con el acercamiento. Como diría Friducha, una recomendación sin duda “buten” amplia.
Gogtan
en Zona Acústica
Publicado el Junio 2004
La máquina del tiempo