Edgar Oceransky: 50 años de estar aquí
Por: Gabriel Velázquez “El Gabo”
Hay artistas que uno no solo escucha: se quedan. Se cuelan en los trayectos, en las sobremesas, en los altavoces del coche, en las conversaciones entre amigos. Edgar Oceransky es de esos. Y no lo digo solo como alguien que ha seguido su carrera de cerca, sino como alguien que lo ha visto construir una historia a la que muchos pertenecemos, sin saberlo.
Conocí a Edgar hace muchos años. Era esa época en la que uno iba a conciertos en foros que ya ni existen —como La Planta de Luz— y encontraba voces que hacían eco más allá del escenario. Yo colaboraba con una página que promovía la música de autor, y gracias a eso tuve la fortuna de estar cerca de muchos artistas que hoy son referencia. Edgar era uno de ellos.
Lo recuerdo caminando con su guitarra, con su moto, con sus canciones bajo el brazo y ese estilo que uno reconoce a la primera estrofa. Siempre cercano, siempre profesional, siempre buscando decir algo. Lo vi en bohemias, en reuniones, en transmisiones de radio que hacíamos desde Zona Acústica. Eran noches largas donde se hablaba más de lo que se posteaba, y donde cantar se volvía una forma de compartirnos enteros, sin filtros.
Uno de mis recuerdos favoritos tiene que ver con su primer disco: Estoy aquí. En aquellos años, Zona Acústica tenía una pequeña tienda de discos. Yo iba a MixUp, compraba los ejemplares de Edgar, y luego pasaba a su casa para que me los firmara. Después los ofrecíamos en nuestra página. Así, de manera artesanal, como quien intercambia postales entre amigos. En algún rincón de este país —tal vez más de uno— debe haber personas que todavía conservan esos discos autografiados. Me gusta pensar que, aunque no sabíamos exactamente lo que estábamos haciendo, ya estábamos construyendo comunidad.
Y es que Edgar no es solo un cantante: es un contador de historias. Desde “Estoy aquí” hasta “Volver a abrir la puerta”, ha sabido acompañar a quienes lo escuchan con canciones que no pasan de moda porque no nacen de una moda. Más de 17 discos, una treintena de colaboraciones, álbumes producidos para otros artistas, presentaciones en casi todos los festivales importantes de Iberoamérica… pero también —y quizás esto es lo más importante— canciones que acompañan.
Escucharlo en vivo tiene algo distinto. No es solo la voz —que se ha vuelto más profunda con los años—, ni los arreglos —que nunca buscan deslumbrar, sino conmover—. Es esa capacidad suya de bajarse del escenario sin dejar de estar arriba. De hablar como si te conociera. De cantar como si supiera exactamente qué te duele.
Edgar estudió psicología, y a veces pienso que eso se nota en cómo construye sus canciones: hay una intención clara de entender al otro, de leer entre líneas, de mirar más allá de lo evidente. Y si a eso le sumamos su formación musical —años de estudio de Bellcanto, piano, teoría—, entendemos por qué sus discos suenan como suenan: íntimos, cuidados, sólidos. Como quien no graba por grabar, sino porque algo adentro lo está pidiendo.
A lo largo de su carrera ha compartido escena con gigantes como Armando Manzanero, Pablo Milanés, Francisco Céspedes, Guadalupe Pineda, Gian Marco, y claro, con muchos de sus colegas y amigos en México: Raúl Ornelas, Carlos Carreira, Miguel Inzunza, Fernando Delgadillo, Alejandro Filio… Pero más allá de los nombres, está el tipo de artista que Edgar ha elegido ser: uno que suma, que construye.
Hoy, a punto de cumplir 50 años, Edgar sigue haciendo lo que sabe hacer: cantar desde el alma. Su más reciente disco, “Volver a abrir la puerta”, confirma que no ha perdido el rumbo ni el pulso. Es un álbum introspectivo, maduro, pero sin pretensiones. Como todo lo que hace.
Y me da gusto, mucho gusto, verlo así: activo, creativo, lleno de música. Porque hay algo muy especial en acompañar la carrera de alguien desde el principio. No como quien lo aplaude desde lejos, sino como quien —desde donde puede— también ha puesto un granito de arena para que más personas escuchen lo que él tiene que decir.
A veces me pregunto cuántas personas han hecho suya una canción de Edgar sin saber nada de su historia. Cuántos han llorado con “Juro”, se han reconocido en “No me quiero enamorar”, han cerrado los ojos con “Sin ti”, o han cantado bajito para no romperse del todo. Cuántos han envejecido con él, como yo.
Por eso, desde Zona Acústica, queremos invitarte a celebrar con él. Este 1 y 2 de agosto de 2025, Edgar Oceransky festejará sus 50 años de vida en el Teatro Fru Fru de la Ciudad de México. Dos fechas que prometen ser entrañables, íntimas, llenas de canciones que —como él— saben quedarse.
Porque hay artistas que nos recuerdan quiénes somos. Y Edgar, con cada verso que escribe, parece estar diciendo: yo también pasé por ahí. No estás solo. Esta canción es para ti.

