Sintonizando Recuerdos: Radio 620 y el Arte Perdido de Escuchar
Cierro los ojos y todavía puedo escucharlo: el suave crujido estático del dial girando lentamente hasta detenerse en el 620 AM. Era como abrir una ventana a otro mundo, uno donde el tiempo fluía más despacio y la música no era solo un producto más para consumir, sino una experiencia para saborear, para vivir.
“La música que llegó para quedarse”, decía el eslogan, y vaya que tenían razón. Hoy, mientras observo a la gente sumergida en sus teléfonos, desplazando frenéticamente contenido tras contenido en una danza sin fin de estímulos vacíos, no puedo evitar sentir una profunda nostalgia por aquellos días en Radio 620.
¿Recuerdan cuando escuchar música era un ritual? No era simplemente presionar “play” en una lista algorítmica. No. Era sentarse frente al radio, ajustar la antena hasta encontrar ese punto dulce donde la señal llegaba cristalina, y dejarse llevar por la voz cálida del locutor. Esas voces… Raúl Paniagua, Armando Rascón Salmón, voces que se convertían en compañeros íntimos de nuestras noches, guías en un viaje musical que nos llevaba desde los primeros acordes de “Love Me Do” de The Beatles (¿sabían que Radio 620 fue la primera estación hispanohablante en América en tocarla?) hasta las más profundas joyas del rock y el pop en inglés.
Me duele ver cómo hemos cambiado ese ritual por la instantaneidad del contenido digital. Hemos sacrificado la sorpresa por la predicción, la anticipación por la inmediatez. Ya nadie espera. Ya nadie se sienta simplemente a escuchar. Nuestros cerebros, programados ahora para el consumo rápido de información, han olvidado el arte de la paciencia, de la contemplación musical.
Desde aquel edificio Beaumont, con su icónico Gallito Sixto brillando en la noche citadina, hasta sus últimos días en la calle Durango, Radio 620 fue más que una estación: fue una escuela de música, un refugio para soñadores, un espacio donde la imaginación podía volar libre. Los locutores no eran simples presentadores; eran maestros de ceremonia en un ritual diario de descubrimiento musical.
Ahora, mientras escribo estas líneas, imagino y pienso en aquellos domingos a las nueve de la noche, cuando “20 minutos con Pepe y sus Locos” regalaba las primeras notas de Los Locos del Ritmo en vivo. La música no era un archivo digital más en la nube; era un momento único, irrepetible, compartido por miles de radioescuchas que, sin conocerse, formaban una comunidad invisible unida por las ondas hertzianas.
¿Qué hemos perdido en esta era de playlists automatizadas y videos de treinta segundos? Hemos perdido el arte de la anticipación, la magia de lo inesperado, la intimidad de una voz amiga que nos presenta una canción nueva como quien comparte un tesoro recién descubierto. Hemos perdido la capacidad de detenernos, de respirar, de escuchar realmente.
Sí, Radio 620 cambió con los años. Los programas pagados fueron desplazando gradualmente aquella programación musical que la hizo legendaria. Pero incluso en ese cambio hay una lección sobre cómo todo lo bueno eventualmente cede ante las presiones comerciales. Sin embargo, el espíritu de “la música que llegó para quedarse” sigue vivo en quienes tuvimos el privilegio de sintonizar el 620 en alguna etapa de la vida.
Quizás sea tiempo de recuperar algo de esa magia. De apagar las notificaciones, de cerrar las apps, de darnos el permiso de simplemente sentarnos y escuchar. De dejar que la música nos encuentre, nos sorprenda, nos transforme. Porque en un mundo de contenido efímero, necesitamos más que nunca espacios para la contemplación, para el asombro, para la memoria.
La Radio 620 nos enseñó que la buena música, como los buenos recuerdos, llega para quedarse. Y mientras escribo estas líneas, casi puedo escuchar el eco de aquella estática familiar, el preludio a otra noche mágica de música en el 620 del dial.
Pero no todo está perdido. Entre las grietas del contenido efímero y las playlist automatizadas, surge una luz de esperanza: Zona Acústica prepara motores para recuperar esa magia perdida. Como un faro en la noche digital, se alista para traer de vuelta la experiencia de compartir música como se hacía antes, cuando cada canción era una historia y cada transmisión una aventura. No buscan ser una playlist más en el océano infinito del streaming; aspiran a ser ese disco de colección que guardas con cariño, que sacas en momentos especiales, que compartes con reverencia. Para los nostálgicos que añoramos aquellas noches de radio y para las nuevas generaciones que merecen descubrir el placer de dejarse sorprender, de soñar y dejarse llevar por la música sin algoritmos ni prisas. Porque al final, como nos enseñó Radio 620, la verdadera música no es la que suena de fondo mientras scrolleamos en nuestros teléfonos, sino la que nos hace detenernos, cerrar los ojos y simplemente… escuchar.